La Epopeya Vikinga
Desde Dinamarca a México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Brasil, la Amazonia y la isla de Pascua.
A finales del siglo X, un jari vikingo que se llamaba verosímilmente Ullman -el hombre de Ull, dios de los cazadores- desembarca en Panuco, pequeño poblado del Golfo de México.
Era natural del Siesvig, la provincia meridional de Dinamarca donde escandinavos y alemanes ya se mezclaban, como todavía hoy.
Era ésta la época de las grandes expediciones marítimas de los "Reyes del Mar".
Cada verano, los vikingos abandonaban sus tierras estériles, se lanzaban por el Atlántico, entraban en los ríos de la Europa occidental y tomaban por asalto sus ricas ciudades que saqueaban sin piedad.
Preferían, sin embargo, cuando podían, establecerse de modo permanente en los territorios conquistados por las armas o conseguidos por tratado y convertirlos en sus feudos. Irlanda, Escocia, buena parte de Inglaterra (Anglos y Sajones) y parte de Francia (Britania y Normandía), estaban sometidas a su autoridad. Por ello, para la guerra y el comercio, los drakkares surcaban los mares del Occidente.
Eran barcos muy marineros, pero a los cuales su vela cuadrada sólo permitía maniobras limitadas. A menudo las grandes tempestades del Norte los llevaban muy adentro en el océano y los grandes descubrimientos que nos relatan las sagas de Islandia, de Groenlandia y de Vinlandia -la Nueva Inglaterra de hoy-, fueron el resultado inesperado de desvíos involuntarios.
Tenemos derecho a pensar que fue por la misma razón que Ullman se encontró, un buen día, en las costas de México con gran número de vikingos dispuestos a colonizar nuevas tierras.
De la América Central y la América del Sur sólo nos ha llegado, en efecto, a través de los relatos míticos e incompletos que recogieron, de boca de indios cultos, los cronistas españoles de la época de la Conquista, algunos de los cuales, como el obispo Diego de Landa, acababan de encarnizarse en quemar los registros y libros mexicanos que, ellos sí, eran muy precisos.
De lo que podemos estar seguros, es que los indios quedaron mucho más impresionados por los barcos de los vikingos que por la apariencia física de estos últimos.
Ya habían visto a OTROS BLANCOS, unos monjes irlandeses que llamaban "papar" y la Triada escandinava, verosímilmente llegados de Huitramannalandia, o Gran Irlanda, territorio situado al norte del estado de la Florida.
Por el contrario, los drakkares de proa delgada, cuyos flancos cubiertos de escudos de metal centelleaban en el sol y cuya gran vela movediza parecía palpitar con el viento, les habrán parecido animales fabulosos. Tal vez sea ésta la razón por la cual Ullman entró en la historia mexicana con el nombre de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada. Corridos por el clima cálido y húmedo que les resultaba insoportable y, por otro lado, sedientos de descubrimientos, los vikingos no tardaron mucho en abandonar las tierras bajas de la costa para ir a instalarse en la meseta del Anáhuac.
Allí, impusieron su autoridad a los Toltecas, una Tribu nahuatl, Quetzalcóatl fue su quinto rey. Dio leyes a los indígenas, los convirtió a su religión y les enseñó las artes de la agricultura y la metalurgia.
Unos veinte años después de su desembarco en Panuco, Ullman fue llamado al Yucatán por una tribu maya, los itzáes, que, traduciendo su apodo, lo llamaron Kukulkán.
Sólo permaneció dos años en la provincia meridional de México donde encontró, sin embargo, el tiempo de reconstruir las ruinas de una aldea preexistente, la ciudad de Chichén-Itzá y de visitar las regiones vecinas donde se lo obligó a retomar el camino del Anáhuac, una sorpresa lo esperaba por allá.
Parte de los vikingos que habían desoído las órdenes de uno de sus lugartenientes se habían casado durante su ausencia con mujeres toltecas y ya habían nacido numerosos niños mestizos.
Los desmanes de los vikingos en sus borracheras lo enfurecieron, lleno de impotencia, Ullman decidió seguir buscando nuevas tierras y pueblos, así que con los que no se ligaron, abandonó México.
Se hizo a la mar en el punto en que había desembarcado veintidós años antes...tiempo en que ya iban naciendo vikingos americanos de las parejas y familias que salieron de Dinamarca.
Reencontramos los rastros de los vikingos en Venezuela (Karacas) y en Colombia (Kundinamarca). La travesía se fundaba en lo que les contaban los americanos sobre otros pueblos más al sur, deteniéndose en los llanos y en las cordilleras, los vikingos llegaron así a la costa del Pacífico donde fabricaron sus barcos y reembarcaron, a las órdenes de un nuevo jefe que parece haberse llamado Heimlap -Pedazo de Patria, en norrés- en botes de piel de lobo marino.
Desembarcaron en el Ecuador (Karáquez), donde permanecieron un tiempo como (Karas) debemos, en efecto, a Cieza de León un relato extrañísimo, pero sumamente revelador, acerca del desembarco en la Punta de Santa Elena, cerca de Puerto Viejo, en el actual Ecuador de gigantes que, en una época indeterminada, asolaron la región:
"Cuentan los naturales, por relación que oyeron de sus padres, la cual ellos tuvieron y tenían de muy atrás, que vinieron por la mar en unas balsas de juncos a manera de grandes barcas unos hombres grandes que saqueaban los bienes de los indios, les robaban las mujeres... También cavaron pozos hondísimos y mataban mucho pescado en el mar con sus redes y aparatos"
A cuyo líder o rey lo llamaban Shyri; pasó un tiempo y remontaron un río, subieron a la sierra buscando la ceremonial Kitu (mitad del mundo) luego fundaron Karánqui, bajaron al sur, donde iban quedando líderes vikingos con sus familias haciendo alianzas con Panzaleos y Puruháes; pero el objetivo era seguir más al sur, así que en la costa construyeron sus barcos para seguir...desembarcaron en un puerto de nombre troyano llamado "ILO", en la región de Arica, subieron al Lago Titicaca se aliaron con los Aymaras y otros pueblos, tomando el control de la zona y de esos pueblos. Hacia mediados del siglo XI, conformaron el Imperio de Tiahuanacu.
Ignoramos el nombre del jarl que los mandaba cuando llegaron a la altura del puerto actual de Arica y subieron al altiplano del Perú.
Las tradiciones indígenas lo llamaban, en efecto, en un danés apenas deformado, Huirakocha, "Dios Blanco"; pues, en Sudamérica como en México, los indios no tardaron en divinizar a sus héroes civilizadores respectivos, aunque los habían tratado tan mal durante su vida.
Los vikingos reinaron durante casi doscientos cincuenta años en las regiones que constituyen hoy Bolivia y el Perú como Imperio; en la región del norte formaron confederaciones del centro del mundo (Reino del Kitu), una dinastía de 16 Shyris que se unió posteriormente con sus primos los Incas...
Hacia 1290, los vikingos del sur sin embargo, fueron atacados por una gran fuerza aliada Diagüita llegadas de Coquimbo (Chile) a las órdenes del cacique Cari.
Vencidos en sucesivas batallas, los blancos perdieron su capital, Tiahuanacu, y se refugiaron en la isla del Sol, en medio del Titicaca.
Los diagüitas los persiguieron hasta allá y la suerte de las armas fue, una vez más, desfavorable para los daneses de la dinastía Huirakocha.
La mayor parte de sus compañeros vikingo-americanos fueron degollados por los vencedores.
El último de los Huirakochas logró huir con algunos hombres hacia el norte. Subió a lo largo de la costa hasta el actual Puerto View (Portoviejo de Karáquez) en el Ecuador, se refugió un tiempo, construyó balsas y se fue hacia las islas oceánicas de occidente...la isla de Pascua fue parcialmente poblada por un grupo de hombres del Titicaca, sobrevivientes de la batalla de la isla del Sol, que se habían embarcado en Puerto Viejo, en el actual Ecuador, en balsas que, arrastradas por las corrientes marinas, los habían llevado hasta Polinesia...
Otros daneses-americanos lograron refugiarse en la montañas a lo largo de los Andes y en la costa, donde sobrevivieron en discreción y rehicieron sus fuerzas con la ayuda de tribus leales.
Un grupo que se escondió en la sierra peruana, ellos más tarde, recuperaron el Cuzco donde fundaron una nueva dinastía que reconquistaría el antiguo imperio y lo extendería mucho más con el nombre de Tahuantinsuyo, el imperio de los daneses-americanos y sus mestizos, llamados Incas, estaba surcado por los Caminos Reales "el Kápak Ñan" cubría unos 16.000 km. la red estaba constituida por dos rutas paralelas, unidas por numerosas vías trasversales:
• Una de estas rutas, de 4.056 km' bordeaba la costa, de Tumbes Ecuador a Talca en Chile.
• La otra, de 5.231km, partía de Kitu, seguía la línea del Altiplano de los Andes, a veces a más de 5000 m de altura, hasta el lago Titicaca, alrededor del cual se desdoblaba, luego el río Desaguadero hasta el lago Poopó cuya costa oriental bordeaba, se inclinaba hacia el este para alcanzar a Potosí y Tarija, continuaba hacia el sur por Jujuy, la Rioja y San Juan y luego, hacia el oeste, llegaba a Mendoza, se internaba en la Cordillera por el Puente del Inca y se unía, en Santiago de Chile, a la ruta costera. Se la compara con la calzada romana, tenía normalmente de 4,40 a 7,33 m de ancho, salvo ciertos tramos de importancia estratégica, por ejemplo entre Huanaco y Chachapoyas, donde alcanzaba 14,65 m; las rutas secundarias de montaña que, a veces, no pasaban de un metro.
Bordeado de murillos, pavimentado en los tramos de tierra blanda, tallado en la roca, a menudo en escalera, en la montaña, con túneles, uno de los cuales, el del Apurimac, mide 230 m de largo, y asentado en terraplén en las zonas pantanosas, estaba tan sólidamente construido que la expedición von Hagen, en 1952-54, pudo seguirlo, en camión o a caballo, en casi todo su recorrido peruano, a pesar del estado de abandono en que se encuentra desde la Conquista.
En toda su extensión habían cada 2,5 a 4 km una posta donde dos chasquis -dos corredores- siempre estaban listos para trasportar un mensaje hasta la estación siguiente, a 20 km por hora y cada 6 a 25 km según las dificultades del camino.
Los tampu o tambos eran albergues donde los viajeros y sus recuas de llamas podían pasar la noche, se supone que los incas restauraron, sin ampliarla, una red caminera anterior, debida a los daneses de Tiahuanacu.
La expedición von Hagen descubrió, en la Península de Paracas, al noroeste de lea, el rastro de un camino de 3 m de ancho que conducía de la ruta costera a las cuevas donde fueron halladas las momias rubias de Hombres del Titicaca y que parecía mucho más antiguo que el Camino Real.
Luis de Monzón, corregidor de Huamanga (hoy, Ayacucho), en el centro del Perú, escribía por lo demás, en 1586, que los indios ancianos decían que, según sus tradiciones ancestrales, los viracochas, mucho antes de los incas, hacían construir por los indígenas caminos anchos como una calle, bordeados de murillos y provistos de casas en las etapas.
De las dos rutas principales se desprendían, hacia el este, cierto número de caminos que nos interesan muy especialmente.
• El de Kitu que se dirigía hacia la meseta de Kondanemarka o de Kundinamarca (Colombia);
• El de Huancabamba que alcanzaba desde Jaén, como ya hemos visto, el Alto Amazonas;
• El tercero se hundía desde Chachapoyas, en la selva amazónica cerca de una ciudad pre-incaica;
• Del Cuzco salían la ruta de Machu-Picchu y el Camino de Antisuyu, extrañamente interrumpido en Pisac, a unos 60 km de la capital, punto éste más allá del cual se hallaba Vilkabamba donde se refugió el inca que los españoles habían nombrado emperador con el nombre de Manko Kápak II pero que no por ello había dejado de sublevarse contra los invasores: una fortaleza que no se reencontró jamás; de Ayavire.
• A media distancia entre el Cuzco y el lago Titicaca, un último penetraba en la Sierra de Carabaya que domina los llanos de Santa Cruz, pero sus dos ramificaciones no iban más lejos que Macusani, por un lado, y Sandia, por otro, en plena montaña.
Nada más normal, pues los incas, salvo cuando su expedición fluvial contra los antis, nunca fueron más allá. Inclusive habían construido, en esta frontera, para defenderse de las incursiones guaraníes, una línea de fortalezas que los españoles descubrieron en el siglo XVI y de la cual subsisten todavía algunos restos.
La expedición von Hagen encontró, sin embargo, en esta región, como también más allá de Machu-Picchu, numerosos rastros de caminos de 5 m de ancho que se dirigen hacia la selva virgen.
Había otros más, el coronel Fawcett que recorrió la zona en cuatro oportunidades, entre 1906 y 1913, señala la existencia, en la provincia boliviana de Caupolicán, de un camino pavimentado de 10 pies de ancho (unos 3 m) que iba de Carabaya al borde del río Beni, en la llanura de los Mojos.
Otros pequeños grupos de daneses-americanos, se escondieron en la selva oriental lo que hoy es Paraguay, un grupo de hombres de Tiahuanacu consideraron oportuno refugiarse en la selva paraguaya, entonces tan poco hospitalaria y tan poco hecha para ellos.
¿Por qué, ya que estaban en eso, no se habían quedado en el Beni de la actual Bolivia, al pie de los Andes, adonde los diagüitas de Cari no habían ido a buscar a los daneses que se habían replegado en la región y donde Alcide d'Orbigny, a principios del siglo XIX, pudo aun encontrar y estudiar a sus descendientes, o hasta en la seductora Santa Cruz de hoy donde viven los guarayos que parecen tener el mismo origen?
Existía, en el siglo XIII, un camino que iba del Altiplano al Océano Atlántico pasando por el Paraguay, este solo hecho hace verosímil, y aún probable, la presencia, en la región que nos interesa, de fortines permanentes donde soldados vivían con sus familias.
El descubrimiento en Cerro Morotí de inscripciones rúnicas que es difícil atribuir a soldados rasos tiende a confirmarlo, algunos refugiados de Tiahuanacu se habrían replegado sobre las plazas fuertes del Paraguay donde se habrían instalado y habrían degenerado, salvo que ellos hubieran proseguido su viaje hasta el Atlántico y se hubieran hecho a la mar.
La lógica, por cierto, no siempre inspira a los fugitivos. No fue por casualidad, evidentemente, que los españoles se establecieron en Paraguay e hicieron de Asunción la capital de la gobernación del Plata que se extendía al sur hasta Buenos Aires y al este, hasta el Atlántico; Paraguay era, en efecto, antes de la Conquista, el centro de comunicación más importante de la América del Sur oriental, de donde partían, acabamos de verlo, el camino que, por Yvytyruzú, se dirigía hacia la costa que alcanzaba en dos puntos, de fácil acceso por vía terrestre, donde los buques de alta mar encontraban una rada segura; el Golfo de Santos y la isla de Santa Catalina; el (camino?) que orillaba el río Paraguay, en particular hacia el (norte?) y el que seguía el curso del Pilcomayo - aún existe en parte- y llegaba a Potosí y, más allá, al Lago Titicaca, en un punto muy cercano a un pueblo que, notable coincidencia, se llama Guaki o Guayki.
Sin hablar del río que desembocaba, al sur, en el Río de la Plata y permitía, al norte, alcanzar los Xarayes, en el actual Matto Grosso; pues era por el norte que pasaban las rutas que los españoles siguieron para ir del Paraguay y, por lo tanto, del Atlántico al Perú.
Se conocía, por lo tanto para los noreuropeos, desde el s.IX, la existencia del continente americano. Las potencias marítimas del s.XV, España y Portugal, poseían -y mantenían secretos con el mayor cuidado- datos precisos acerca de un mundo que no era tan nuevo como se lo proclamó después de 1492; dichos datos no provenía de los marinos castellanos y lusitanos; ellos lo habían recibido, los primeros de Normandía, los segundos de Alemania.
Los normandos, por su lado, utilizaban desde hacía tiempo sus conocimientos, tanto para ir a pescar bacalao en Terranova y Acadia -no eran ellos los únicos- como para ir a buscar el palo brasil en la región del Amazonas.
No hay duda alguna: las colonias islandesas de Vinlandia (Canadá) habían mantenido durante largo tiempo, lo prueban los mapas, un estrecho contacto con Escandinavia; pero el problema se plantea en cuanto a la parte meridional del continente.
¿La habían alcanzado, en la Edad Media, expediciones europeas, navegando en su derredor?
No existe al respecto ni el menor rastro y los barcos de que se disponía en la época no permiten considerar seriamente esta posibilidad; por el contrario, sabemos que un grupo de vikingos se había establecido, en el siglo XI, en el Altiplano andino y había conquistado, en Sudamérica, un inmenso imperio cuya red caminera se extendía, al este, hasta el Atlántico.
Tenemos la prueba de que, hacia 1250, se había establecido un contacto entre los daneses de Tiahuanacu y sus primos de Normandía.
Fue en aquella época, en efecto, que el palo brasil apareció en Rúan, en Harfleur, en Dieppe y fue en aquella época igualmente que surgieron a orillas del Lago Titicaca elementos arquitectónicos que provenían de Amiens.
Todo deja suponer que la iniciativa de ese contacto se debió a los vikingos que no ignoraban ni su origen ni el itinerario que sus antepasados del siglo X habían seguido del Schieswig a México, pasando por Inglaterra e Irlanda, como lo demuestran las inscripciones rúnicas que relevamos, y luego al Perú.
Las tradiciones indígenas nos hablan de un sacerdote católico -tal vez ni el primero ni el último- que los daneses de Tiahuanacu llamaban Padre Gnupa y que había llegado al Altiplano, en la segunda mitad del siglo XIII, después de seguir, desde San Vicente, uno de los caminos -el Peabirú- que cruzaban el Guayrá y el Paraguay; acompañado de discípulos y, verosímilmente, como parece indicarlo el descubrimiento en el Perú de una cota de mallas, de una escolta militar, este religioso había llegado a Santos por el mar y conocemos sus escalas brasileñas que el dieppense Gonneville, ciento cincuenta años más tarde, tampoco desconocía.
¿Había traído consigo a un arquitecto y un imaginero, o él mismo era lo uno y lo otro?
Todo lo que podemos afirmar es que por lo menos uno de los miembros del grupo que él encabezaba procedía de Normandía y había trabajado en la construcción de la catedral de Amiens.
El tapiz de Ovrehogdal y sus llamas muestran, es cierto, que los vikingos de Tiahuanacu no habían omitido, al volver a Europa visitar su patria de origen y fue a Normandía, y no a Escandinavia, que trajeron su conocimiento de Sudamérica, y fue de Normandía que este pasó, por Salüt-Dié, a la Alemania occidental cercana a Dinamarca.
En el caso contrario, el palo brasil habría aparecido en Hamburgo y no en Rúan.
Todo parece indicar, pues, que el Padre Gnupa era normando.
Todo eso, lo probamos, sobre la base de los datos que nos suministran las tradiciones indígenas, la antropología, la teología, la filosofía, la cosmografía, la arqueología, la etnología y la sociología, en libro "El Gran Viaje del Dios-Sol"; pero no nos íbamos a detener en tan buen camino, queríamos pruebas materiales, tangibles, indiscutibles y las encontraremos en el libro "La Agonía del Dios Sol".
Fuentes:
Recopilación y resumen basados en los libros de JACQUES DE MAHIEU.
El viaje del Dios Sol
La Agonía del Dios Sol
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