03 A-mort...no muerte



El A-mort es increado, una fuerza muy poderosa, sólo los más valientes y espirituales pueden A-mart; es como un frío bálsamo mortal y calmante. 

El A-mort se vincula con la libertad, es la redención de un espíritu cautivo.

El A-mort reúne a las diosas de la guerra, el encanto, la sugestión, la sensualidad, el erotismo y la voluptuosidad.

El A-mort es el suspiro eterno que se canaliza por la espina dorsal como blanca esperma desembocando a la laguna infinita de la locura.

El A-mort penetra el olfato como efluvio de una grandiosa voluptuosidad, es la puesta en escena de los cinco sentidos más allá del mundo terrenal.

Cuando se llega al nivel de estimularse sólo con una mirada profunda que es capaz de detener a Cronos-Tiempo, retroalimentándose sólo con las palabras, se podrá intuir por primera vez al A-mort.

El A-mort es casto, puro y platónico, no se debe tener miedo al sentirlo, porque se está recordando.

Fueron milenios de olvido, pues los espíritus siempre estuvieron juntos en el no-tiempo. 

Es algo natural de los espíritus que se reencuentran en los mundos de ilusión, juntos, porque en los mundos verdaderos eran libres en la eternidad. 

Los espíritus que han luchado juntos en otros mundos y por eso se suscita la añoranza al volverse a reencontrar.

La divinidad es de dos, NO sería concebible nuestra divinidad sin el otro, es decir sin el recuerdo de la pareja Original.

El A-mort no es el amor convencional a los que la mayoría de seres están acostumbrados. 

¿Para qué tener una copia?

Ya nadie A-ma en este mundo porque estamos perdidos, sólo se mira y desea la carne.



El A-mort según la lengua de los pájaros es un recuerdo de inmortalidad que sólo puede ser compartido entre un Dios y una Diosa, de una manera única, más allá de todo presente, pasado y futuro posible, siempre se reinventa, es Original. 

¿A qué debemos ser fieles? 

Debemos ser fieles a la condición divina que representa nuestro opuesto, fieles a la condición divina, al no difamar ni cuestionar el ideal, firmes, enalteciendo las virtudes, el honor sobre todas las cosas. 

Al reconocer la Divinidad en nuestra pareja, en nuestro A-mort y no traicionar ese recuerdo, es tener como único principio la condición de inmortales y que no somos de este mundo.

La fidelidad en el A-mort no desvirtúa la pureza de dos seres en total conexión, y no sólo en el sentido carnal se ocasionaría el fallo sino en los valores y en la devoción que se tengan el uno por el otro; como por ejemplo: rebajar las virtudes de honor, lealtad, de respeto hacia la persona A-mada. 

Sin necesidad que exista necesariamente un engaño físico se puede decir que hay aspectos más espirituales que dictaminan una traición baja y deshonrosa.

"Nadie te puede traicionar sólo tu propia boca, nadie te puede lastimar sólo tus propias manos, nadie te puede someter sólo tu propio corazón y nadie puede liberarte sólo tú mismo"



El signo del A-mort se representa con un Ave Fénix siempre resurge entre las cenizas nuevo y original.
 
El hombre Hiperbóreo siembra la semilla del A-mort en su consorte ara en las aguas de su alma y fecunda a un Dios.

No importa donde se siembre, fecundará la semilla del honor y del Origen.

El A-mort es como una sacerdotisa que lo impregna todo con su embrujo.

El A-mort es la muerte para el alma creada, o su congelamiento, su cristalización. 

Lo que sienten los espíritus en el A-mort, brota de la sangre, de lo que se es, no necesita alimento; será hasta el final la luz que nunca se extinguirá. 

¿Quién entonces puede A-mar así? 

No hay palabras sagradas creadas que puedan definir el idilio eterno que viven los A-mantes reencontrados en este mundo de ilusión.

¿Cómo pudieron olvidar? 

Con magia negra y mal habida, el olvido del rostro A-mado a la manera del drama de Sigfrido y Brunilda y su A-mort eterno.

Pelearé en este infierno y prevaleceré, pues no he muerto, más bien he conseguido una gema brillante y hermosa para tu sortija de bodas que celebraremos en los mundos verdaderos, esa gema ese cristal es mi alma arrebatada al demiurgo.

Se puede tardar toda la vida encontrar una pareja original o simplemente no encontrarla en este mundo y el reencuentro se produzca en lo cósmico, en aquel espacio sideral donde reposan los dioses.

La honestidad y la lealtad son estandartes tan valiosos e importantes como el arte de la guerra y del A-mort, sin ellos no podríamos acceder a los asuntos divinos.

No es necesario saber varias lenguas o tener vastos conocimientos cognoscitivos cuando se puede ver con la sangre, saber lo que siempre se supo es algo mágico, un regalo de los Dioses. 

La rutina diaria, los avatares del sistema, el trabajo fatigoso, los dramas cotidianos, tanto familiares como sociales, nos sumergen en un hondo problema del ser como una enfermedad, impermeabilizando todos aquellos fenómenos que pasan frente a nuestra mirada incautamente. 

Los guerreros Hiperbóreos entienden esta vida de ilusión como una guerra contra un mundo que hay que transmutar, esta guerra dura toda la vida.



La transmutación que busca el guerrero empieza desde su interior, en el propio ser. 

Finalmente persistiendo en la práctica, el guerrero fuerza su propia transmutación sometiendo la 
naturaleza, su cuerpo físico (el dragón) a su voluntad, solo la práctica hace que cada día seamos más fuertes y más libres. 

En el humano, en cada uno de nosotros se da una terrible lucha interna que se reproduce eternamente en todo el universo, nosotros los despiertos como 
parte de este universo participamos activamente de esta guerra cósmica.

 

Por un lado encontramos la vida, la fuerza vital, la fuerza del espíritu increado, y por otra parte la muerte, el sujeto anímico y las fuerzas de la materia del caos y de la desolación; estamos entonces en este mundo luchando entre esas dos fuerzas, pero terminará alguna de las dos por imponerse.

El sistema demoniaco democrático que domina al mundo tienen como único interés destruir y crear seres con un sentido utilitario, fáciles de dominar.

A la mujer común le pueden seducir también cosas efímeras o superficiales, igual que al hombre, y las palabras engañadoras de galanteo que siempre 
susurran en su oído alimentan su vanidad y banalidad, pero a las mujeres divinas les excita el honor que alimenta su veneros.

Un universo sin A-mort es desolado, yermo, muerto; el A-mort de la pareja original os inmortalizará y cualquier lucha no es sacrificio en el A-mort y no hay lucha mejor remunerada. 

No hay A-mort más puro que el del caballero por su doncella, sin dramas existenciales, sin insultos, sin miramientos, sin segundas o terceras intenciones.



Aquel A-mort completamente espiritual que viaja por el tiempo y por los mundos increados desafiando guardianes y portales. 

No hay A-mort más sagrado que el que se pueda sentir en un suspiro o en una caricia que no ha sido dada físicamente.

No hay A-mort que se pueda comparar al fundirse el uno con el otro en un trance conmovedor de extrañeza y remembranza…se ha olvidado pero se 
recordará volviéndose imponente, majestuoso y mágico. 



El A-mort no es amor, es INMORTALIDAD ese es el A-mort de los aristos, real y verdadero, ¡NO MUERTE!

Érase una vez en la Atlántida dos Kshatriyas en una brigada mixta de infantería móvil, dos combatientes hombre y mujer, eran ellos el A-mort Original, miles de años atrás ellos se A-maron y lucharon con pasión.

Aún puedo escuchar sus botas al marchar, los equipos de campaña sobre sus espaldas, la estática de sus armaduras electrostáticas; aún puedo sentir el frio penetrante de los Andes solo mitigado por el tabaco, el humo sagrado. 

Ella se perdía en su mirada y él solo encontraba calma al contemplar su rostro, juntos, inseparables camino a un Origen que no llegaron a vislumbrar. 

En un evento inimaginable sus existencias se actualizaron en varios mundos… y aquí estamos, atrapados en esos pasados, presentes y futuros...

Pasaron eones, sin reencontrase en esos miles de mundos, pero algo pasó, algo inexplicable, tal vez un Kairos, y ya en esta, si se puede llamar así, “actualidad”, se pudieron reconocer. 

Ella volvió a sentir su mirada tan profunda y él se conmovió con su rostro, aquel rostro que contemplaba en los momentos más difíciles y hostiles…. Sin tocarse se hicieron el A-mor y cuando al fin pudieron sentirse volvió en ellos la nostalgia, el dolor de la ausencia…..

No hay palabras, no se puede describir el A-mort Original, pero estaban otra vez juntos para afrontar la Batalla Final para ganar el Origen.

Érase una vez dos A-mantes inmortales, dos guerreros del más allá que nunca pensaron volverse a reencontrar.

No hay palabras para describir esa libertad…. 

Tal vez una paradoja marcará el final de esta historia sin fin….¡Libres!

Al fin libres….en la cárcel del A-mort! ¡Aleluya!

“ARBEIT ADELT”



Fuente: Libro de A-mort.
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